Microrrelatos para una persona inolvidable

Música recomendada para la entrada: Whitney Houston-I will always love you

-Cuando tú entraste, yo ya estaba sentado en mi sitio esperando una orden del profe pidiendo silencio, hablando con mi compañero de mesa. Tú siempre me habías gustado, ya lo sabes, aunque no haya tenido el valor de decírtelo en persona.
Yo estaba sentado de espaldas a la puerta y no te vi entrar pero cuando pasaste por delante de mi, reconocí tu mochila inmediatamente.
Entonces giraste la cara, buscando a tu amiga, mientras yo seguía hablando. Involuntariamente, como si me hubieses hipnotizado, te miré perdiendo el hilo de mis palabras y tú me devolviste la mirada. Tu fulgurosa mirada. En ese momento, mi corazón latió más fuerte y a mi memoria llegaron todos los sentimientos vividos durante estos años. Parecía mentira que solo con ese gesto se desataran tantas emociones, sin importar nada más. ¿Que cómo lo consigues? Siempre será un misterio.
Segundos más tarde, todos estábamos sentados en silencio escuchando a un aburrido profesor de matemáticas.

-Cabellos canelas que ondean al viento, acariciados por la brisa. Cabellos rubios recogidos en una espiga dorada que reposan sobre el hombro izquierdo. Cabellos morenos en un peinado desenfadado y lleno de vida. Ninguno es comparable a tu melena de fiera leona áurea.
Una cómoda coleta que tensa tu pelo se convierte en una explosión de belleza al ser desatada, al reclinarte levemente en la silla y desenredarlo delicadamente con tus manos.
Esa imagen es capaz de cortarme la respiración unos instantes que deseo que sean interminables.

-Tu hermosura solo es comparable a tu simpatía. El sol, celoso de tu luminosa sonrisa, sueña con besar tus dulces labios en un cálido beso de inocencia cada vez que muestras tu felicidad al mundo. Una sonrisa deslumbrante como no hay otra igual.
Un intercambio de bromas rápidas y chistes malos es la causa de los momentos más alegres en las mañanas más tristes y nubladas de otoño. El sonido de tu risa es la melodía más hermosa que puede llegar a mis oídos tras un pésimo día. Solo lágrimas de risa son las únicas que me gusta ver en tu cara. Tus ojos, perlados por ellas, brillan aun más. La mejor medicina contra el desánimo y el abatimiento.

-Era una soleada tarde de abril. Ni una nube se atrevía a cubrir el cielo. Los nervios estaban a flor de piel. Decenas de personas estaban esperando, sentados en sus respectivas butacas, a que se abriese el telón y comenzase la obra. Debía tranquilizarme y salir ahí en escasos minutos delante de toda esa gente. En ese momento, cerré los ojos y me vino a la mente aquel día.
Justo antes de subir al autobús que nos llevaría a una tediosa excursión, tú viniste a despedirnos con ese encanto que te caracteriza. Dijiste adiós a los demás mientras yo guardaba la mochila en el bus junto a todas las otras y cuando acabé te acercaste a mi con tu admirable sonrisa.
Me abrazaste de forma efusiva y, sin esperarlo, tus dulces labios besaron mi mejilla derecha. Esta marca de ternura quedó impregnada en aquella mejilla que seguramente se sonrojó de repente. Mi corazón dio un vuelco y mis palabras se ahogaron en la garganta. "¡Qué lo pases bien, disfruta!" fue lo único que me dijiste y "Gracias" lo único que consiguió salir de mi boca.
Abrí los ojos de nuevo volviendo a la realidad, esta vez ya sin nervios. "Tú puedes", pensé. "Hazlo por ella". Entonces salí al escenario y comenzó la función... Fue uno de los mejores días de mi vida. Y todo, gracias a unas simples palabras de ánimo.

-Ya no podía más. No podía contener las lágrimas durante más tiempo, un dolor tenaz se aferraba a mi sin intención de dejarme ir. Demasiados pensamientos se arremolinaban en mi consciencia, como una telaraña cruel y venenosa. Así pues, tal angustia no podía ser retenida mucho más, y las lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro, humedeciéndolo amargamente.
Intentaste consolarme, no se realmente si, porque te daba pena verme así; o si de verdad te importaba. Con una expresión afligida en la cara, te aproximaste y me abrazaste afectuosamente, mientras que con una mano apoyabas mi cabeza en tu pecho. Yo seguía llorando desconsolado, aun más dolido por haberte hecho sentir mal por mi culpa. Notaba el latido de tu corazón, sosegado y pacífico; notaba tus dedos acariciando mi pelo como a un cachorro indefenso; notaba el susurro de tus palabras intentando calmarme poco a poco. "Por favor, no llores. Tranquilízate y olvídate de eso que te hace ponerte así".
Lo que tú desconocías, era que lloraba por ti... y nunca podría olvidarte.

Espero que te guste. Con cariño,
Freddy.

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