El último de la beca (2) Orden tras el caos... y más caos

Música recomendada para la entrada: Melendi-Caminando por la vida

 ¿Por dónde me había quedado...?

Ahh sí, estaba en la oficina de She hasta que Alberto, el monitor que se haría responsable de mi durante ese día, vino por mi y juntos fuimos a dejar las maletas en el hotel Diana, cerca del aeropuerto (para no perder el vuelo otra vez). Subimos a la habitación, soltamos todo y nos fuimos a un Telepizza a comer. Durante el camino, Alberto y yo estuvimos hablando sobre un montón de temas (si por algún motivo estás leyendo, que sepas que eres un tío estupendo). Al llegar, nos pedimos una pizza familiar, mitad carbonara, mitad hawaiana una mezcla explosiva. Y después, de vuelta al hotel, donde me quedé dormido un par de horas sin importar que sonase la alarma. A causa de esto, Alberto se fue a ver el fútbol sin mi por no despertarme (cosa que agradezco, dormir 2 horas en casa y 1 en avión no es precisamente relajante).


En fin, que bajamos a cenar en el hotel y nos encontramos con una "taberna andaluza" que tenía poco de andaluza. Ponerle un montón de lunares, abanicos y sombreros no la hace andaluza. Volvimos a la habitación y al cabo de un tiempo nos acostamos. A la mañana siguiente, tomamos el desayuno y nos dirigimos a la T4 de Madrid. Todo esto que he contado parecía muy tranquilo, ¿verdad? Pues ahora es donde se complican las cosas.

Tras esperar nuestro turno en la cola de facturación la señora del mostrador nos dijo que no podría facturar hasta Cleveland, solo hasta Chicago (cosa que me quitaría un montón de tiempo). Afortunadamente, solo fue un susto de un momento porque al revisarlo de nuevo si me permitió hacerlo hasta el destino final. Una vez facturada la maleta, Alberto se despidió de mi en el control de metales, donde él ya no podía continuar. El caso es que estaba un poco nervioso y eso no ayudó a la hora de colocar las cosas en las bandejas. Tuve que usar un montón y entremeterlas entre las de otra gente pero aparte de eso todo fue bien.

Ahora es cuando me encuentro totalmente solo en un aeropuerto enorme y tengo que llegar hasta mi puerta de embarque. Consejo: pregunta y sigue los carteles. Sin tener ni idea de a donde iba o de que hacía exactamente, me monté en el tren interno hasta la T4 Satélite, pase otro par de controles y andando media hora más, llegué a mi puerta de embarque. Solo tenía que esperar una hora hasta que... el avión se retrasase otra hora más. Lo mio con los aeropuertos no es normal.

Finalmente, despego hasta Chicago y 9 horas más tarde me encontraba en suelo americano. Quiero hacer un apunte aquí, ¿alguien se ha fijado en la comida de los aviones? A mi no me engañan, un taper de habichuelas cocidas y frías y otro de tortellinis con queso no es un almuerzo... Eso es lo que le sobra a mi abuela cada vez que como en su casa, solo le faltaba un huevo frito por si te quedas con hambre.

Una vez en suelo americano, llega la parte más difícil de todas: orientarte e ir solo hasta donde sea que me esperaba el monitor. Como he dicho antes, si estás perdido, pregunta; y si estás nervioso y el inglés no te sale o no pillas ni un hello, seguro que hay alguien que habla español (como en mi caso). Gracias a una señora que trabajaba allí, entendí que tenía que ponerme en una cola interminable de gente para entregar una encuesta a un mostrador lleno de policías y recoger tu maleta. Una larga hora más tarde, llegué al final de este control y ¿a qué no sabéis que me pasó con mi suerte? Exacto. Me tocó el control aleatorio de maletas. Hay que reconocer que asusta un poco tener a un policía de 2 metros acompañándote a una sala de espera junto a otra gente sin saber si has hecho algo mal.

Por suerte, solo estuve ahí unos minutos y no me hicieron abrir nada, pero cuando salí de allí y recogí mi maleta para colocarla otra vez en otra cinta y continuar; me encontré con el monitor que me esperaba y salimos corriendo hacía el tren interior porque... ¡si no me daba prisa perdería el avión! Llegamos a la terminal adecuada, buscamos el número de mi puerta de embarque y me dejó en el control de metales como anteriormente hizo Alberto. Siguiendo el aviso de Jesús, el monitor, corrí a toda prisa hasta mi vuelo y gracias a Dios llegué 15 minutos antes del despegue.

Todo lo complicado había pasado, solo 1 hora y media de vuelo Chicago-Cleveland me separaba de mi destino. En el avión tuve vistas a la ventanilla y pude ver algo de Chicago desde el cielo. Al bajarme del avión, seguí las señales de salida y me encontré con mi host mother esperando con un cartelito al lado de la recogida de equipaje. Misión cumplida.

Tras toda esta locura puedo decir que estoy a salvo en Berea, mi nueva casa. En próximas entradas iré contando como me va y todas las cosas que estoy aprendiendo. También me queda por escribir la entrada dedicada a mi familia pero eso ya lo dejo para mi yo del futuro.

Buenas noches,
Freddy.

Comentarios

  1. Tengo ganas de leer la siguiente, ya de americano totallll. Besos gordos Alfredo!

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